
Somos humanos y es normal, cometemos errores. Dudar sobre ello es muestra de prepotencia y deja a las claras nuestra arrogancia.
Pensar que alguna vez te mostraste insolente ante determinados comportamientos, sentir que no todos ven el Mundo de manera diferente, acariciar los sueños sin querer apretarlos demasiado, pisar charcos que no existen para recuperar la infancia perdida, reírte de ti mismo cuando compruebas lo verdaderamente absurdo que es tu destino. Notables ejercicios para fortalecer el espíritu que en la actualidad están en desuso. Recuperar la autocrítica y ejercitar la tolerancia, recomendaciones de mi Psiquiatra con algunas dosis de mágicas hierbas (hoy por hoy me veo imposibilitado a desvelar su pócima)
Mientras, la mesura en el trato y el ejercicio de la amistad me devuelven a la realidad de este Mundo que nos ha tocado vivir, y de eso precisamente se trata, vivir, hacerlo con todas sus consecuencias aunque de manera coherente, sin olvidar nuestros principios, sin imposiciones pero con cierto sentido del respeto recíproco. Mi Eremita interior me pide retiro en esta bella tarde que imita al otoño. Debo pues complacerle, no sin antes manifestar mi propósito ante ustedes en la víspera del estío, de hacer acopio de sinceridad y tallar cual maestro cantero en esta columna la leyenda: “Estamos vivos” Será muestra inequívoca de nuestra naturaleza humana, marca que nos recuerde lo bello que es vivir, señal que nos dé fuerza para afrontar los retos, causa que aleje de nuestro entorno la ponzoña que nos envuelve, antídoto de la hipocresía, garante de nuestro abolengo. Estamos vivos, eso es lo verdaderamente importante, saquémosle partido entonces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario