
Toda esta complicada y ardua tarea que realizan los Visitadores, habitualmente pasa desapercibida para los viajeros, pero para mí, resultaba fascinante, yo era de los que creía que en realidad lo que estos operarios hacían con sus largos martillos no era otra cosa que buscar ruedas de oro, si, las ruedas de oro que un día alguien mandó esconder en los muchísimos vagones que circulan por nuestro País.
Esa historia la he venido escuchando a través de muchas y muchas horas de viaje, con gran cantidad de viejos ferroviarios, pero ¿y si fuese verdad?, ¿Si en un intento desesperado de proteger las reservas de oro, la Republica tuvo la brillante idea de camuflar los lingotes, esos lingotes de ese tan traído, llevado y nunca esclarecido oro de Moscú y convertirlo en ruedas de tren? Dios mío, El “Costa de la Luz” recorre los Caminos de Hierro con ruedas de Oro, pensé.
Faltaban cinco minutos para la salida del Expreso, anunció con voz metálica el Jefe de Estación por la megafonía, apurando las últimas caladas del cigarrillo, me acerqué a uno de estos Visitadores y le pregunté en tono reconozco que jocoso:
¿Qué, cuantas ruedas de oro llevamos hoy?
Él, mirándome fijamente a los ojos, me dijo:
Dos muchacho, hoy lleváis dos.
Viajeros al Tren, el Tren Expreso “Costa de la Luz” procedente de Cádiz y Huelva, con destino Madrid - Atocha, va a efectuar su salida.
Entre atónito y perplejo, con el cigarrillo entre los labios y con la mirada perdida, pude acomodarme en mi compartimiento justo cuando la Maquina ejercía su tracción al resto de la composición, provocando ese característico movimiento de vaivén.
El oro es el más maleable y dúctil de todos los metales, si lo golpeamos con un martillo podemos conseguir un espesor de 0’000013 cm, y con una cantidad de 30 gramos, si la estirásemos, podríamos lograr un hilo de 100 kilómetros de largo. Hubiese sido más fácil camuflarlo en los muchos kilómetros de tendido telegráfico de la época, en las conducciones de electricidad, que sé yo en cuantas cosas más, pero en ruedas de tren...
Los encargados de la transformación debieron ser expertos torneros de la Republica, asesorados por los mejores alquimistas, quizás envolvieron el oro en una aleación de acero para hacerlo más resistente, y así soportar todo el desgaste que le inflige el pesado ferrocarril. Poco a poco fui barajando múltiples posibilidades que aunque remotas, se pueden ir considerando:
En una fundición asturiana y con la supervisión de Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, los lingotes fueron trasformados en grandes piezas que posteriormente transformaron en ruedas, los mejores torneros de los Talleres Centrales de Atocha.
El servicio secreto de Franco detectó un movimiento inusual de vagones hasta Valladolid, cosa que comunicó al estado mayor del ejercito sublevado sin que éste le diera la mayor importancia, craso error, puesto que allí precisamente se montaron todas y cada una de las ruedas en un total que todavía hoy resultaba desconocido.
Transcurría el viaje de forma veloz y feliz a la vez, toda una aventura en mi imaginación de viajero. La próxima parada será Córdoba, pero queda todavía un trecho y yo seguía analizando la posibilidad del oro. Al ser el oro un metal muy inactivo, no le afecta el aire, el calor, la humedad ni la mayoría de los disolventes. Sólo es soluble en Agua Regia, una mezcla de ácido clorhídrico y ácido nítrico concentrados, muy usada por los antiguos Alquimistas, su nombre proviene de la capacidad de disolver los llamados metales nobles, particularmente el oro.
Muy fácil entonces, los Visitadores deberían de llevar un frasco con Agua Regia para impregnar las ruedas y descubrirlas, pero si el Visitador de los Rosales ya sabía que hoy llevábamos dos, ¿porqué no comunicó su hallazgo y se quedó con la recompensa? Todavía más perplejo estaba, cuando el tren fue aminorando su marcha, ya se divisaban las primeras luces cordobesas.
Señores viajeros, el Tren Expreso “Costa de la Luz” efectuara una parada de veinte minutos aproximadamente.
Ya estamos en Córdoba, baje del tren y me dirigí como siempre a la cantina a por un revitalizante café, en esta estación también hay Visitadores, así que me propuse seguir indagando.
El café cordobés, tiene un aroma especial, difiere del sevillano – el agua quizás – pero es mucho mejor que el de Alcázar de San Juan, lugar donde tuve en tiempos pasados que tomar muchos por circunstancias que no vienen al caso o sí, quien sabe. Bien, después del café cordobés otro cigarrillo y a deambular por los andenes en busca de la pareja de Visitadores, ah claro... hay que explicar que los Visitadores trabajan por parejas, cada uno se sitúa a un costado del tren en su llegada a los andenes, observando a primera vista la composición, para posteriormente efectuar la revisión completa de la misma, a la altura de los vagones literas encontré a uno de ellos, era joven y de aspecto, no se como decirlo, ¿Poco ferroviario? En definitiva estaba realizando una comprobación en la zapata de frenado de una de las ruedas y ya saben... no tuve más remedio que comentarle:
¿Hoy llevamos dos ruedas de oro verdad?
Ni siquiera prestó atención a lo que le dije, se incorporó y con una linterna realizó un par de movimientos balanceantes de izquierda a derecha, al instante apareció su compañero, este mucho más mayor y con aspecto más a la antigua usanza, revisaron la zapata y convinieron la necesidad de sustituirla, además de cuchichearse algo al oído. Mientras el más joven se fue en busca de una zapata de repuesto, el mayor se aproximó a mí, sacó su paquete de Bonanza, un tabaco negro muy consumido por los ferroviarios y me pidió fuego, después de la primera calada y en el mismo gesto de devolverme el encendedor me dijo:
Dos, efectivamente, hoy lleváis dos, pero eso no tiene merito, aquí algunas veces hemos visto pasar hasta doce en el mismo tren, eso si que tiene merito, juntar doce.
¿Doce? ¿Pero es verdad? Siempre pensé que era leyenda.
Leyenda o no, te aseguro que por ahí, esta noche, debe de haber más de trescientas ruedas de oro por todos los trayectos ferroviarios de España, eso es nada...
¿Y ustedes que es lo que hacen?
Las vemos, las sentimos, interpretamos el mensaje y ya esta, esa es nuestra misión.
¿Mensajes? ¿Sentimientos? ¿Misión?
En ese momento llegó el joven con la zapata y ambos en un instante recompusieron el sistema de frenado de esa rueda, quizás de oro.
Bueno, pues hasta la vista.
Hasta la vista muchacho y recuerda, hasta trescientas por todo el País.
De nuevo la incertidumbre, si hoy en este tren llevamos dos y hay más de trescientas, Dios mío, seguro que durante la noche nos cruzaremos con más de una, esa sensación de oro rodante era de lo más descabellado, pero sin lugar a dudas que era apasionante.
Viajeros al Tren...
Vociferaba la megafonía de la estación de Córdoba mientras yo subía las escaleras de acceso a mi vagón, avance por el pasillo enmoquetado hasta mi compartimiento, descorrí las cortinas y la puerta descubriendo que tenía compañía, un sacerdote se había situado en el asiento frente al mío. La cortesía en el viaje es una norma aunque no-escrita, así que le saludé, para a continuación, preguntarle por su destino, a lo que él me respondió que iba a Alcázar de San Juan, informándome de su afición a la charla, ¡fantástico! Exclamé, hoy tengo cosas de las que hablar si a usted le apetece.
Se lo imaginan, empecé mi relato hasta donde ustedes conocen, el Sacerdote, el Padre Gustavo, como descubrí más tarde se lo tomó muy en el sentido literario del asunto, caramba que buena imaginación hijo, aunque algo escuche yo de esto en mis tiempos mozos, me dijo. El Padre Gustavo era argentino, aunque su familia era de origen asturiano y minera para más señas. A él le gustaba escuchar las historias de sus tíos, que medio en serio, medio en broma, le habían comentado más de una vez, que una fría tarde de octubre, vieron llegar un destacamento de milicianos acompañados de una mujer, para solicitar el apoyo de algunos dinamiteros, para no se sabe que extraña operación “Oro”.
¿Operación “Oro”? ¿Milicianos con Mujer? Ya está, tengo razón, el Oro de la Republica y Dolores Ibarruri, dije eufórico. Pero y después de todo este tiempo, ¿porqué nadie ha dicho lo que ocurrió en realidad?
Son muchas las hipótesis que barajamos durante esa noche el Padre Gustavo y un servidor: gobiernos no adecuados, situaciones inestables de la economía, intereses personales... Pero falta un detalle, ¿Cuál es el papel de los Visitadores?
Después de muchos intentos de averiguar su participación en esta historia, volvió el Padre Gustavo a acercarse a lo que para nosotros podría ser lo más próximo a la realidad, a nuestra realidad, atribuyó a éstos la difícil misión de salvaguardar por siempre el secreto de las ruedas de oro, convirtiéndolos en una especie de guardianes del Santo Grial, Caballeros Templarios que protegen ahora a estas ruedas de oro por los Caminos de Hierro, como antaño lo hicieran a los peregrinos que visitaban Palestina después de la Primera Cruzada. Sublime Padre Gustavo, prosiga, le insistí absorto en sus lucubraciones.
Estas decidido me dijo, pues que así sea, veamos... imagina que es cierto lo que has averiguado, siempre con mi inestimable ayuda por supuesto, bien, ahora debes de analizar todo lo que ya sabemos: ¿Porqué el más joven de los Visitadores de Córdoba no te habló y tenía un atuendo diferente al habitual? Podemos pensar que se trata de un joven aprendiz que se encuentra dando sus primeros pasos iniciáticos, estándole del todo prohibido hablar con desconocidos, ni portar el habitual uniforme de Visitador, claro que también podemos pensar, que efectivamente se trata de un joven aprendiz que pasó de ti y que no le gusta seguir con la tradición de la gorra azul y el cinturón del martillo a modo de espada, como los más veteranos. ¿Cuál es la nuestra? Me preguntó...
Siempre la más romántica, esa será nuestra historia, le dije. Entonces seguiremos esa senda, pero ten en cuenta que a partir de ahora, nada de lo que imaginemos será la verdadera iluminación de lo que buscamos, puede tratarse únicamente de una bella historia en un magnifico viaje de tren o quizás no, quien sabe.
El Tren proseguía su camino, disponiéndose a entrar en breve en la provincia de Jaén, allí la próxima parada será en Linares Baeza, sin comentarios para el café de su cantina, en esta estación tendríamos la oportunidad de dialogar de nuevo con mas Visitadores... venga Padre Gustavo, anímese, bajamos juntos, tomamos café y charlamos un poco con ellos, así tiene usted un contacto más directo y ve la cosa desde mi punto de vista.
La disminución de velocidad y el movimiento que realiza el tren en los cambios de entrada, anunciaban la inminente parada del “Costa de la Luz” a la estación de Linares – Baeza. El Padre Gustavo estaba decidido, bajaría conmigo, creo que no quería defraudarme.
Señores viajeros, el tren expreso “Costa de la Luz” efectuará una parada de veinticinco minutos aproximadamente.
Le ayude a bajar los empinados escalones del vagón, el Padre Gustavo tenía aunque no los aparentaba, 73 primaveras me confesó, nunca antes un cura se me había confesado... es broma, lo que sí es cierto es que su planta era muy señorial, distinguida diría yo, 1’80 cm de altura, figura erguida, complexión fuerte y sobre todo, dulzura en la mirada, transmitía seguridad y confianza, además, que puñetas, me estaba ayudando a convertir la leyenda en realidad...
Estaba lloviendo, aceleramos el paso por el Anden en busca de la Cantina, suele ser ese lugar de donde proviene a esa hora de la madrugada –serían las tres y cuarto – el mayor número de improperios y sonidos habidos y por haber, el panorama no era muy alentador, dos individuos reñían en tono subido, por el importe de unos frasquitos de colonia que el otro le había encalomado, el camarero intentaba poner orden, mientras una familia se lamentaba de las horas que eran y el tren sin venir, a todo esto el jarro de la leche, solicitaba presto en la maquina a que alguien por Dios lo retirara del vaporizador, el Padre Gustavo me sonrió y encogiéndose de hombros me tomó del brazo para acercarnos a la barra.
“Ave María Purísima” ¿qué van a tomar los señores?
Soltó alegre y dicharachero uno de los camareros.
Café para mí, el Padre Gustavo tomará...
Tomará una infusión de manzanilla con unas gotas de aguardiente, si a su Santidad no le parece mal...contestó mi querido y respetado Padre Gustavo.
El camarero se inclinó efectuando cortes reverencia, sirviéndonos con una eficacia y esmero que nunca antes había visto, y he visto eh, he visto... Chapeau por el café de aquella noche, la crema tenía la densidad justa para quedarse adherida a mi bigote y luego ser relamida dulce y suavemente... el aroma, la temperatura adecuada, en taza por supuesto, tenía el punto torrefacto necesario, ni más ni menos. De la infusión me niego a hablar, de la única Manzanilla que hablo es de la de Sanlúcar, y eso son palabras mayores, como diría Caballero Bonald.
De nuevo en el Andén, lo primero era encontrar a esos Visitadores, como la noche estaba lluviosa y no era cosa de ponerse chorreando, el Padre decidió por los dos, que lo mejor era esperar que llegaran a revisar nuestro vagón, para poder interrogarles sobre nuestro asunto, eso hicimos, al cabo de unos minutos apareció un Visitador pertrechado de un impermeable de color amarillo que nos impedía distinguir su atuendo, no era tan joven como el que vi en Córdoba, pero tampoco tan mayor como su compañero... el caso es que cuando el Padre Gustavo le habló, el Visitador efectuó una genuflexión acompañada de la señal de la Cruz.
Levántate hijo no es necesario este gesto en estos momentos
Lo siento Capellán, pero no me esperaba algo así...
¿No? ¿Es que piensas que tus esfuerzos y tus desvelos no son observados? Dios siempre agradece a sus servidores su voluntad, a pesar incluso de las adversidades.
Si, pero así, sin saberlo, nadie nos había comunicado nada...
Déjalo estar y dime, ¿cómo va de cargado hoy nuestro Expreso?
Dos mi Capellán, hoy lleva dos.
No podía tratarse de lo que estamos pensando ¿verdad? El Padre Gustavo pertenece a esta extraña historia en un grado que se me antoja de protagonista. Entre contrariado y sorprendido les dije:
¿Cómo que dos? ¿Qué quiere decir? ¿Usted sabía todo esto desde un principio?
Claro hijo, por eso estoy aquí, yo soy el Capellán de la Orden de las Ruedas de Oro.
“El Capellán de las Ruedas de Oro” ese resultó ser mi compañero de viaje, ¿se imaginan? Yo vacilando de historia, leyenda o vaya usted a saber, y él conocía al dedillo toda la trama.
Esto no se hace Padre...
Tranquilízate hijo, como te imaginas, todo tiene una explicación.
Vanidades a parte, me aproximé bastante a la realidad, el Padre Gustavo, una vez que el tren de nuevo inició su camino, se prestó a contarme la verdadera “Operación Oro”.
Trescientas ruedas de oro recorren los caminos de hierro de toda España me dijo, es cierto que tuvimos que esconder el oro durante la guerra civil, pero te equivocas de bando al suponer que se trata del oro de Moscú, el destino final de ese oro lo desconozco, del oro que ahora hablamos si te puedo decir que se trata, de la fundición de todas y cada una de las piezas religiosas que se pudieron salvar, y que en una arriesgada operación, que podríamos denominar militar, coordinada por la Madre Amparo Moreno de la Orden de las Calasancias de Jerez, ayudada por un selecto grupo de fundidores y orfebres, trasladaron, transformaron y pusieron en circulación mas de 90 toneladas de oro con la original forma de ruedas de tren reforzadas con duro acero... ¿Quién podría sospecharlo?, Claro que la noticia empezó a extenderse de boca en boca en forma de leyenda, hasta que hoy, por casualidades del destino, una despierta mente juvenil ha empezado a convertir la leyenda en realidad.
El Padre Gustavo me confesó – de nuevo volví a escuchar en confesión a un cura – que él, esa noche, estaba por azar en la estación de Córdoba en una visita de prospección mensual de contabilización de pasos – las ruedas de oro son contabilizadas por los Visitadores, que mensualmente elaboran un informe que se remite a una autoridad religiosa – Ya saben quien es esa autoridad, efectivamente el Padre Gustavo, pues bien, el joven Visitador cordobés le informó, siguiendo ordenes precisas de su compañero, sobre el contenido de mis preguntas, de ahí que él mismo provocase el encuentro.
Yo estaba flipando, aunque había cosas que no lograba comprender: los Visitadores siempre me dijeron la verdad, nunca mintieron sobre la cantidad de ruedas que llevaba el tren, el Padre me informó que nunca mienten, es mejor decir siempre la verdad, así nadie te cree y se fomenta la leyenda; el papel que juegan los Visitadores es esencial como habrán podido comprobar, y naturalmente que existen categorías dentro de este distinguido sector ferroviario, los más veteranos son los encargados en aleccionar y transmitir a los más jóvenes, la importantísima misión de salvaguardar las ruedas de oro - si que se parecen en eso a los Guardianes del Santo Grial – manteniendo el más absoluto misterio sobre la verosimilitud de la leyenda.
Franco conocía la “Operación Oro” según me dijo el Padre - su servicio secreto entonces estaba en lo cierto cuando le informaron del elevado trasiego de vagones a los Talleres de Valladolid como yo supuse – lo que no comprendía el Padre, era como yo había averiguado eso, no era nada de otro mundo, en los Talleres de Valladolid siempre hubo muy buenos montadores, al menos eso me dice mi padre que también es ferroviario.
Los mineros asturianos fueron la incorporación literaria del Padre, introdujo su descendencia asturiana, para darme el gusto de que “La Pasionaria” liderase la leyenda como yo vaticinaba, aunque ustedes también saben a estas alturas, que efectivamente fue una mujer el artífice de la “Operación Oro”, pero una monja Calasancia.
Así, una tras otra, me fueron desveladas esa noche todas las incógnitas sobre las ruedas de oro, la posibilidad de que algún día se necesite alguna de ellas para determinada obra religiosa, el modo de sustituirla, los artesanos que se encargarían de convertirlas de nuevo en lingotes... todo, absolutamente todo, la amabilidad de los camareros de Linares... ya me extrañaba a mí. Conocía demasiados detalles, así que no tuve más remedio que preguntarle al Padre Gustavo:
¿Qué va a pasar ahora conmigo que lo sé todo?
Lo que tu decidas, puedes elegir el desvelar el misterio, en ese caso, esta misma noche, todas y cada una de las ruedas serán sustituidas y trasladadas a lugar seguro, o bien, puedes decidir mantener el secreto, lo que supondría que las ruedas seguirán con su romántico deambular por los caminos de hierro y tu pasarías a pertenecer a la Orden de las Ruedas de Oro. Este es el momento en el que debes de decidir.
Es bonito viajar sabiendo, que quizás eres transportado por algunas ruedas de tan noble metal.
¿Creo entender con eso que podemos confiar en ti?
Por supuesto, cuente conmigo para lo que desee.
En esos precisos momentos el tren pasaba por el apeadero de Marañon muy próximo a Alcázar de San Juan, ya no hacía falta consultar nada con los Visitadores de esa estación, de todas maneras sabía que me iban a decir la verdad, faltaban apenas diez minutos para que el Padre Gustavo llegase a su hipotético destino, fue entonces cuando me dijo que se bajaría en Alcázar para transmitir un telefonema suspendiendo la alerta establecida en Córdoba con mi “presunto” descubrimiento, se había iniciado después de casi 62 años y por vez primera ese dispositivo, hasta ahora nunca nadie se aventuró a investigar sobre el asunto. Volví a mirar fijamente al Padre Gustavo, intentando reafirmarle mi adhesión a la “Operación Oro”, en esta vida a cada uno le toca desempeñar un papel, en mi caso ¿Cuál sería?
Entrábamos en los andenes de la Estación de Alcázar, el Padre Gustavo me propuso el último café – otro café más... y ahora el de Alcázar – bajamos al Anden, siempre me gustó este lugar... tantos recuerdos... de nuevo entraba en aquella cantina tantas veces concurrida, en sus paredes puede uno durante la espera releer el Quijote en sus bellos azulejos, no sé, siempre supe que ese lugar me depararía algún episodio interesante y así fue.
Sentados en una de sus mesas y saboreando el último café - no era mejor que el de Linares, pero desde luego no se parecía en nada al que yo recordaba - el Padre Gustavo me informó de la que sería mi obligación para con la Orden.
Debes de escribir un relato.
¿Un relato?
Si, debes hacer que la realidad se transforme en ficción, para reafirmar la leyenda.
Pero... lo mío no son los cuentos Padre.
Los cuentos no son de nadie hijo, tú esta noche estabas viviendo en un cuento, hasta que descubriste que era realidad, eso pasa día a día. No es fácil lo que te pido, pero quien mejor que tú para hacerlo...
Usted Padre, usted lo haría genial.
No, no podría, reconozco mi debilidad literaria, pero ofrecería demasiados detalles en mi afán de esmerar mi prosa, tú debes de contar fielmente lo vivido esta noche, además esa es mi condición y mi deseo para que puedas ser acogido en la Orden, debes decidirte.
Lo haré, no puedo negarme si es su deseo.
Ding, Dang, Dong... Como de costumbre, la voz metálica llamaba a los pasajeros al tren... Parecía que todo estaba marcado, incluso el tiempo, el destino me había guardado este fantástico viaje y yo estaba disfrutando de él como jamás hubiese imaginado.
El Padre Gustavo me cogió del brazo acompañándome hasta el vagón, al subir los escalones, sentí que me dejaba caer algo en el bolsillo, al girarme para despedirme había desaparecido entre la columna de vapor de la calefacción del tren cuando este inició su marcha, asomado a la ventana del compartimiento, observe su erguida figura en el Andén señalándome las ruedas que iban una a una pasando ante su mirada, al llegar a los vagones de segunda clase, el Padre Gustavo se santiguó ante una de ellas, era una de las dos que llevábamos esa noche.
El Tren se iba alejando paulatinamente de la Estación, yo no quería perder de vista al Padre Gustavo, me dejaba solo ante la responsabilidad adquirida. Una vez que desapareció en la distancia, subí lentamente la ventana pensando en la increíble sorpresa que me había deparado el destino, sin lugar a dudas que este había sido mi mejor viaje. Al sentarme, recordé que me había dejado caer algo en el bolsillo, era su pluma estilográfica, con ella escribo ahora su cuento, mi cuento, nuestro cuento, ese que habla sobre trenes con ruedas de oro circulando por los caminos de hierro.
1 comentario:
Enhorabuena, colega. Me ha encantado tu relato. Escribes muy bien, con agilidad y bastante soltura. Es agradable leerte.
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