16/10/07

DESEOS

Ese gran incrédulo que fui, el agnóstico engreído que creyó… El confiado que amó y desapareció con el viento, como los versos perdidos escritos en ninguna parte… En todos ellos me convertí, el día que mi deseo se cumplió. Arrojé mi moneda a la fuente de los deseos hace tanto que si me acuerdo, al cabo de los años este se cumplió, más por mi deseo que se cumpliese que por el mero hecho de ser deseado, aunque la moraleja de los deseos es esa, luchar para que se cumplan, exigirle a la vida esas licencias, arrebatarle al tiempo sonrisas a destiempo…
Arroja la moneda a la fuente inagotable de tus deseos, deja que lentamente se deposite en el fondo de tu alma, se paciente y observa como sus destellos, te aclaran el camino hasta su encuentro… Encontrarse con los deseos pedidos es siempre emocionante, no siempre recuperas la moneda, pero poco importa, en ese momento no es tu cuerpo quien vive el instante, es tu corazón quien con su latido entusiasta, delata que fue él quien solicitó la prebenda.
Ahora, despierto al Eremita que duerme placidamente al cobijo de la higuera, es la hora sexta y dijo que hoy hablaríamos de símbolos y banderas… Como es costumbre, escucho atento y me reafirmo en mis convicciones… Las banderas que se enarbolan en fiestas son gratuitas y carentes de rigor, acabando sucias y tiradas en las aceras, las que con lágrimas doblamos y guardamos en los cajones del silencio, son las comprometidas, esas nunca pierden un ápice de su significado. Hoy mi bandera es la tuya, esa que no se agita contra nada ni nadie.

No hay comentarios: