Tengo que aprender a decir que no. Tremendo dilema que se presenta cada vez que acuciados por los compromisos, desesperados, compungidos, al borde del colapso familiar y laboral, nos sentamos en el pretil de nuestra vida valorando de manera callada aquellas veces que deberíamos haberlo dicho.
Quizás y lo digo de manera autoinculpatoria, más nos valdría respetar más a aquellos que poseen ese Don. Son difíciles de distinguir, no los busquen en la foto, ni en la entrega de medallas… No sabría decirles, pero tienen como un aura. Se les nota seguros afrontando decisiones, equilibran en su balanza la selección de las afrentas para dirimirlas con acierto. De todos modos, nadie osaría poner en duda sus criterios. Pero hete ahí que siempre existe la paradoja. Los dotados con el “No” tienen punto débil. Son educados. Ahí está su fatídico talón de Aquiles. Por ese preciso lugar es donde atacarles con las flechas de la maldad. La educación impide a los dotados manifestarse abruptamente ante los ataques constantes de los maleducados. Ese carácter les confiere cierto aspecto de poco beligerantes, pero en nuestro Mundo, todavía no sabemos valorar de manera debida ese comportamiento. Sin embargo, el populismo y la vilipendia cotizan alto en el “share” televisivo. Va a ser deplorable asistir al esperpento de la descalificación y el insulto en los próximos días que se avecinan elecciones. Pero si recordamos que nuestra balanza debería inclinarse siempre del lado correcto, lo mejor es que no se dejen engañar por el brillo en la sonrisa de algunos personajes, la educación también brilla, pero lo hace precisamente por su ausencia.
Quizás y lo digo de manera autoinculpatoria, más nos valdría respetar más a aquellos que poseen ese Don. Son difíciles de distinguir, no los busquen en la foto, ni en la entrega de medallas… No sabría decirles, pero tienen como un aura. Se les nota seguros afrontando decisiones, equilibran en su balanza la selección de las afrentas para dirimirlas con acierto. De todos modos, nadie osaría poner en duda sus criterios. Pero hete ahí que siempre existe la paradoja. Los dotados con el “No” tienen punto débil. Son educados. Ahí está su fatídico talón de Aquiles. Por ese preciso lugar es donde atacarles con las flechas de la maldad. La educación impide a los dotados manifestarse abruptamente ante los ataques constantes de los maleducados. Ese carácter les confiere cierto aspecto de poco beligerantes, pero en nuestro Mundo, todavía no sabemos valorar de manera debida ese comportamiento. Sin embargo, el populismo y la vilipendia cotizan alto en el “share” televisivo. Va a ser deplorable asistir al esperpento de la descalificación y el insulto en los próximos días que se avecinan elecciones. Pero si recordamos que nuestra balanza debería inclinarse siempre del lado correcto, lo mejor es que no se dejen engañar por el brillo en la sonrisa de algunos personajes, la educación también brilla, pero lo hace precisamente por su ausencia.
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